"Entonces respondió Job a Jehová, y dijo: He aquí que yo soy vil." -- Job 40:3,4.Seguramente si algún hombre tenía el derecho de decir, yo no soy vil, era Job; pues de conformidad al testimonio del propio Dios, él era "varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal." Sin embargo descubrimos que este eminente santo, cuando por su cercanía con Dios recibe suficiente luz para darse cuenta de su propia condición, exclama: "He aquí que yo soy vil." Estamos seguros que eso que Job se vio forzado a decir, se aplica también a cada uno de nosotros, seamos hijos de Dios o no; y si somos partícipes de la gracia divina, esto se convierte en un tema de gran consideración para nosotros, pues aunque seamos nosotros mismos regenerados, debemos exclamar cada uno a nombre propio: "He aquí que yo soy vil."
¿Acaso no has pensado nunca cuán grande es el peligro al que está expuesto el cristiano, debido al pecado que habita en él?
¡Ah!, cristiano, tú te podrías reír de tu enemigo si no tuvieras un corazón malo dentro de ti; pero recuerda, tu corazón guarda las llaves porque de él mana la vida. Y el pecado está allí. La peor cosa que debes temer es la traición de tu propio corazón.
Y además, cristiano, recuerda cuántos aliados tiene tu naturaleza depravada. En cuanto a tu vida de gracia, ella encuentra escasos amigos bajo el cielo; pero tu pecado original tiene aliados por todos lados. Mira al infierno allá abajo y los encontrarás allí, demonios que están prestos a azuzar a los perros del infierno contra tu alma. Mira al mundo y ve "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida." Mira a tu alrededor y ve todo tipo de hombres, buscando, si fuera posible, sacar al cristiano de su estabilidad. Mira a la iglesia y encuentra toda manera de falsas doctrinas listas a inflamar el deseo, y desviar al alma de la sinceridad de su fe. Mira al cuerpo y descubre que la cabeza y la mano y el pie y todos los demás miembros están listos a ser siervos del pecado. Yo podría dominar mi corazón malo si no tuviera ese poderoso ejército de aliados; pero tener enemigos fuera de las puertas en alianza y amistad con un enemigo más vil que está dentro, convierte mi posición en doblemente peligrosa.
Y yo quisiera que recordaras, cristiano, una cosa más, y es que esta tu naturaleza depravada es muy fuerte y muy poderosa, más fuerte que la nueva naturaleza, si esa nueva naturaleza no estuviera sostenida por el poder Divino. ¿Cuán vieja es mi vieja naturaleza? "Es tan vieja como yo mismo," el santo anciano podría decir, "y con la edad se ha vuelto más fuerte." Hay algo que raramente se vuelve más débil con la edad avanzada, y es el viejo Adán; él es tan fuerte en su vejez como lo era en la juventud; es tan capaz de hacer que nos descarriemos cuando nuestra cabeza está cubierta de cabellos grises, como lo era en nuestra juventud.
Hemos oído decir que crecer en la gracia disminuirá el poder de nuestra corrupción; pero yo he visto a muchos santos ancianos de Dios y les he hecho la pregunta, y ellos han respondido "No," sus deseos han sido esencialmente tan fuertes cuando han pasado muchos años en el servicio de su Señor, como lo eran al principio, aunque más sometidos por el nuevo principio que hay dentro de ellos. Lejos de volverse más débil, estoy firmemente convencido que el pecado aumenta en poder. Una persona que es mentirosa se vuelve más mentirosa cuando practica la mentira. Lo mismo sucede con nuestro corazón. Nos sedujo al principio y fácilmente nos atrapó, pero habiendo aprendido mil trampas, nos engaña ahora tal vez más fácilmente que antes; y aunque nuestra naturaleza espiritual ha sido desarrollada más plenamente y ha crecido en la gracia, sin embargo la vieja naturaleza ha perdido muy poco de su energía.
¡Cristiano, cuídate del peligro! No hay ningún hombre en combate tan en peligro de recibir un tiro, como lo estás tú por tu propio pecado. Tú cargas en tu alma con un traidor infame. Aun cuando te habla bellamente no debes confiar en él; tú tienes en tu corazón un volcán adormecido, pero se trata de un volcán con una fuerza tan terrible que puede todavía sacudir tu naturaleza entera; y a menos que seas circunspecto, y que seas guardado por el poder de Dios, tú tienes un corazón que te puede conducir a cometer los pecados más diabólicos y los crímenes más infames.
¡Cuídense, cuídense, cristianos! Aunque no hubiera un diablo que los tentara y un mundo que los extraviara, ustedes tendrían la necesidad de cuidarse de su propio corazón. Por lo tanto, miren a casa. Los peores enemigos de ustedes son los enemigos de su propia casa. "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida," y de él puede manar la muerte también, la muerte que te condenaría si la misericordia soberana no lo previniera. Que Dios nos conceda, hermanos míos, que podamos conocer nuestras corrupciones de una manera fácil, y no tener que descubrirlas cuando se convierten en pecados abiertos.

